lunes, 20 de julio de 2009

Metallica y mi padre

Recuerdo con nostalgia el proceso de crear una identidad musical. La realidad es que cuando eres un niño pequeño escuchas un poco de todo, sin llegar a diferenciar tendencias. La nostalgia no viene de la música en sí, viene del soundtrack de tu niñez. En mi caso en particular, mi padre siempre ha sido una persona distante en mi vida, no hemos sido cercanos como se debería ni como aún ahora me gustaría. Si, mi niñez, mi futuro, mis fantasmas fueron marcados por lo que él fue, por lo que él es. Y aún así nunca me atreveré a juzgar, es mi padre y siempre lo será. Por el contrario, agradezco a todo lo que la vida me ha enfrentado para llegar al punto en el que me encuentro en este momento.

Así, recuerdo como todo aquello que no sonara como rock era repudiado por mi padre. Jajaja, en aquel momento no lo entendía. Pero entre su inmensa colección de discos y los diferentes sonidos que conocía cada fin de semana que estaba en su casa, había una balada que me emocionaba, al tiempo que comenzaba realmente a apreciar aquella música estridente.

Fue así como mediante The Unforgiven conocí a Metallica. Y mi padre, entusiasmado por que su pequeño de menos de 10 años se interesara por su religión musical, me regalo una copia. Sé que el álbum negro ahora es despreciado por muchos "fans" (mmmta madre, pensé que ya habíamos dejado atrás el fenómeno Creep), pero para mi representó una etapa de mi vida, una de los escasos momentos con mi padre, una parte de mi formación intelectual y musical. Vaya, para mi ese disco fue y sigue siendo una maravilla. Después conocí el Master, el Ride, el Justice, el Kill’em All. Y en algún momento también mi padre y yo criticamos la nueva actitud del grupo con los siguientes discos, a la vez que yo en secreto tarareaba sus canciones.

Ahora ya tengo edad para tomar decisiones, para pagar mis cosas, para ir a conciertos por mi mismo. Y cuando supe que Metallica venía, quise revivir esa magia de mi niñez, acercarme a aquel ser tan lejano e impenetrable que me dio la vida, invitando a mi padre al concierto. Que mal que tuvo que trabajar en esos momentos, aún así la intención me hizo feliz, y creo que también a él.

¿Y que puedo decir que no se haya escrito ya acerca de esos inolvidables días? Dos noches increíbles, donde la energía de 4 individuos hizo volar los sueños de miles. Momentos de lágrima con las manos alzadas gritando Die! Die! en Creeping Death, con el juego de explosiones y la entrada de One, el coro de los asistentes en The Memory Remains, mi sueño de escuchar For Whom the Bell Tolls y mi nueva favorita All Nightmare Long, la emoción de escuchar los clásicos gritando como nunca con Master, Sandman, Sad but True, Nothing Else Matters y Seek and Destroy. Las sorpresas como Fight Fire with Fire, Blackened, Disposable Heroes y Ride.

“Nunca la van a tocar”, pensaba yo. Y sí, The Unforgiven sonó mientras yo sonreía lleno de recuerdos y con un nudo en el corazón. Gracias papá.