lunes, 7 de agosto de 2017

Los gatos, los pepinos y los cigarros

El otro día, tomando un par de cervezas con mi amigo Poli, por alguna razón recordó un vídeo donde los gatos se espantaban con los pepinos.

Si, sonaba muy estúpido, así que no le creí.

-         - Es neta - decía él

Y se puso a buscarlo y efectivamente, es real. Los gatos se espantan (muy cabrón) con los pepinos. Lo vimos muy contentos con su hija Sabi.

¿Y eso qué? Se preguntarán. Esperen, voy para allá

Por alguna razón, empezamos a hablar de festivales de música. Ahí donde todo es posible, lugar tan bello.

Y que agarro y que le digo:

-        - Está bien chido como la gente ahí se comparte todo... menos cigarros. Por alguna razón, nos sacamos de onda si nos piden.

Se queda pensando. Y yo haré una pausa para explicar que sí fumo. ¿Por qué? Por pendejo, por eso empecé, para sentirme cool. Tenía 13 años.

Cuando recordó, dice:

-         - Si wey, se sacan de pedo
-         - Está bien raro, todo lo demás sin bronca, chela, hasta comida.
-       - ... Es como si hubiera una relación entre los pepinos, los gatos y pedir cigarros. Quién sabe por qué se espantan.

Me dio mucha risa. Pinche analogía bien culera pero precisa: ¿por qué somos egoístas? ¿Por qué nos espanta pensar en el otro como si invadiera tu espacio?

Supongo que eso le pasa a los gatos. Y vamos desde el hecho de que somos egoístas con el carro (no dejamos pasar, no respetamos), con tirar basura (si, las colillas también cuentan y creo que hasta más), con no regresar el cambio que nos llegan a dar de más. Somos egoístas con las necesidades de lo demás en general, porque pensamos siempre primero en nosotros.

Pero hay cosas que aún nos pueden unir, como la música. Y aunque seamos hippies, de repente regresa el hecho de que algo nos frena a ser realmente una gran sociedad. Si, como el hecho de negar un cigarro sabiendo que traes un chingo, basura que eventualmente tirarás al piso.

Así que fue una gran reflexión, chafa, pero acertada. Aunque igual y él estaba pensando en otra cosa, quién sabe...


miércoles, 2 de agosto de 2017

Amor cibernético

Venimos de regreso de San Luis Potosí y Max maneja, ya me aburrí y no me quiero dormir por ser solidario, así que mejor voy a escribir.

Creo que fue en 1997 cuando mi madre dijo: les voy a comprar una computadora. Yo tenía 15 años y no entendía para que demonios queríamos una computadora. El punto es que con ella vino el internet. Y los chats.

Paréntesis: probablemente los niños no lo sepan, pero en aquellos años conectarse a internet era vía teléfono fijo. Y era súper lento. Si querías ver porno o algo similar tenías que ser paciente. Neta, como 15 minutos para que apenas medio se viera una teta de baja resolución. Pero pues uno siendo chamaco caliente tenía que aguantarse.

En fin, entraba a los chats públicos, los cuales creo ya no existen, no sé qué pasó con esas madres. El punto es que entraba a echar desmadre, a mentársela a los argentinos, a perder el tiempo pues. Un día, empecé a platicar con una tal Serena. Tenía 14 años, según recuerdo. Y por alguna razón nos hicimos cyber novios. 

Después de eso yo tuve una novia real, la cual por cierto tengo en Facebook. La relación con ella era... difícil. Morros, al final de cuentas, cortábamos, regresábamos, y hacíamos dramas en general. Y cada vez que eso pasaba, yo platicaba con mi novia Serena, que vivía en Paraguay.

Así supe que se llama Viviana. Y platicaba con sus hermanos también: Max y la otra cuyo nombre no recuerdo. Honestamente, esas pláticas eran muy importantes: yo siendo un adolescente pendejo, traía mucha ira, depresión, inquietudes, y todo eso. Y con esas personas sacaba todo, les contaba de mi novia, de mi familia, de mis traumas de niñez, de mis inquietudes, TODO.

Estaba bien chido, hasta me mandaba postales, me marcaban, y ondas así. 

Un día crecí (creo) y eso quedó atrás. Hasta años después que empecé a escribir un blog. Creo que fue por ahí de 2009 cuando pasó lo que les voy a platicar.

De repente me escribió "Serena":
  • Hola Alexis, ¿cómo estás? 
  • Súper bien, ¿y tú?
  • Bien. Oye, estaba leyendo lo que escribes y estas bien cagado

Si, creo que no mentía.

  • Que gusto que te acuerdes

Entre pláticas del pasado y recordar, de repente me dice:

  • Oye, quiero confesarte algo. La verdad es que yo si me enamoré de ti. De tu carácter, tus ideas, tus sueños. 
  • Obvio, lo sé 
  • Pero quiero decirte algo. La verdad es que yo no tenía 14 años. Tenía 28. Y Max no era mi hermano, era mi esposo. Hoy estamos divorciados.
  • 😐 ¿Neta?
  • Si, pero lo importante es que yo si te quería. De verdad me enamoré de ti...


Pensarán: ¿y cómo no supiste? ¿No te mandaba fotos? Pues no había tecnología digital como hoy, lo que me mandó era por correo convencional y se veía morra. No sé, me sentí usado. Y estuvo bien chingón.