jueves, 6 de julio de 2017

Te la debía amigo

Tenía muchas ganas de volver a escribir. Hoy decidí hacerlo. ¿Por qué? Varias razones realmente. 

Revisando mis últimas estupideces en su versión literaria, prometí escribirle algo a mi amigo Víctor “La Rocka”, que en aquel momento iba a ser papá. Hace 7 años de eso. Hoy él ya no está, así que esto es en su honor.

Además, mi vida está muy rara, paso por una etapa muy cáncer y ando de pinche sensible. En fin, hoy eso es lo de menos, ya habrá tiempo para hablar de eso.

Bueno pues, tengo que empezar hablando de cómo lo conocimos. Fue en la secundaria, aquella época mágica donde andábamos de vándalos destruyendo cosas y molestando al mundo con nuestra actitud. La Rockita fue víctima de ese bullying, pero parecía no molestarle, no sé, ¿habrá sido masoquista? El punto es que recuerdo perfectamente uno de mis primeros acercamientos a él, mientras estaba con su galana, su amor de juventud (ay, qué bonito):
- Wey, danos dinero
- Es… es… es que no traigo….
- Cómo no, saca
Mientras tanto, el Fer llega por atrás y lo tira, lo pateamos un poco, vaciamos sus bolsas y nos vamos, pero eso sí, con mucha amabilidad.

Sí, he hecho demasiadas pendejadas en mi vida, si tan sólo supieran. Entre esas estupideces, alguna vez se nos hizo fácil tomar dinero de un profesor (lo cual creo amerita una entrada completa). Esa situación no fue de una sola ocasión, así que eventualmente el profesor se dio cuenta, investigó y cuenta la leyenda (la Rocka) que “alguien” fue el puto chismoso. Basta decir que yo llegué con toda la actitud a hacerla de a pedo y me pusieron en mi madre… y feo (Jajaja, me lo merecía).

Volviendo a la Rocka, a partir de ese momento lo adoptamos. Así que formamos un trío de maleantes.

Desde ese momento, y a pesar de que cada quien tomó caminos diferentes, siempre fue parte de mi vida. En lo más importante y en lo más banal. No sé, era obvio que siempre estaría ahí, no importa para qué o como. Y era mutuo.

Podría hablar de tantas cosas, tantos chistes, tantas anécdotas. Pero quiero enfocarme en lo que le debo. La Rocka siempre sabía que decirme, era una de las personas que más me han conocido en la vida. Y no, tampoco me decía lo que quería, me decía la cruda verdad… y es un tanto irónico, si consideramos que sus problemas internos eran más grandes que los míos. Y sin embargo, por alguna razón, prefería escuchar, cargando el sólo lo que tenía. Vaya, nunca lo supe realmente.

Era pues, un gran ser. Sí, con un chingo de conflictos y contradicciones, pero siempre estaba ahí para ayudar. Berrinchudo el cabrón, pero sus enojos pasaban, en su mayoría, rápido como una tarde de lluvia. La gente podía confiar en él, sólo porque pasara lo que pasara, el estaría ahí, de alguna manera.

Un ser con gran creatividad, de verdad. Soñaba, como todos, pero él iba más allá. Le gustaba dibujar, le gustaba escribir, amaba la música y el cine y la gente en general. Y aprendimos de esos temas, además de que me enseñó cómo levantarme en algunas ocasiones muy difíciles. Víctor robaba amigos, por eso todo mundo lo conocía. Tenía una vibra bien bella, así que era fácil tomarle aprecio. El astuto bastardo era de verdad muy noble y obvio la gente lo notaba.

Le debía además hablar de su paternidad. Lo bueno es que ya no tengo que inspirarme. ¡Lo viví! Lo vi ser padre y… wow. En primer lugar, debo decir que hizo una chulada de niños. De verdad le quedaron bien bonitos. Principalmente, lo vi esforzarse. No sé cómo deba ser un padre, pero creo que cualquier podría aprender mucho de él: el cariño, la paciencia, el cuidado, la manera de criarlos, vaya. Tomó el reto en serio y su vida se iluminó y de qué manera. Mi Rockita se rifó.

En mi caso particular, creo que lo que más le agradezco son dos cosas: de toda la gente que me ha conocido, era de las personas que más orgullosas han estado de mí. A pesar de la tristeza en su mirada, a mí me veía diferente. Y eso me hacía querer ir aún más lejos. Y vaya, después de la basura que hicimos al crecer, entiendo un poco el por qué. Así que, en su honor, cada batalla que sea ganada, una parte será para él.

En segundo lugar, le agradezco el haber llegado a mi vida. Cada cosa que va pasando, que vas viviendo, bueno y malo, te moldea, hasta el día de hoy. Y por eso yo estoy muy agradecido. Le debo tanto. Porque siendo un par de escuincles pendejos nos cuidamos mutuamente, nos embriagamos, nos la mentamos, nos rompimos la madre, nos robamos novias, nos reímos, lloramos (vaya que si lloramos), nos quedamos dormidos escuchando música, viajamos, aprendimos uno del otro y sobre todo, CRECIMOS juntos.

Víctor, seguiremos creciendo, y algún día, cuando te vuelva a ver, seguramente con lágrimas en los ojos, tendré que darte una pinche cachetada por naco.