El otro día, tomando un par de cervezas
con mi amigo Poli, por alguna razón recordó un vídeo donde los gatos se
espantaban con los pepinos.
Si, sonaba muy estúpido, así que no le
creí.
- - Es neta - decía él
Y se puso a buscarlo y efectivamente,
es real. Los gatos se espantan (muy cabrón) con los pepinos. Lo vimos muy contentos con su hija Sabi.
¿Y eso qué? Se preguntarán. Esperen,
voy para allá
Por alguna razón, empezamos a hablar de
festivales de música. Ahí donde todo es posible, lugar tan bello.
Y que agarro y que le digo:
- - Está bien chido como
la gente ahí se comparte todo... menos cigarros. Por alguna razón, nos sacamos
de onda si nos piden.
Se queda pensando. Y yo haré una pausa
para explicar que sí fumo. ¿Por qué? Por pendejo, por eso empecé, para sentirme
cool. Tenía 13 años.
Cuando recordó, dice:
- - Si wey, se sacan de
pedo
- - Está bien raro, todo
lo demás sin bronca, chela, hasta comida.
- - ... Es como si
hubiera una relación entre los pepinos, los gatos y pedir cigarros. Quién sabe
por qué se espantan.
Me dio mucha risa. Pinche analogía bien
culera pero precisa: ¿por qué somos egoístas? ¿Por qué nos espanta pensar en el
otro como si invadiera tu espacio?
Supongo que eso le pasa a los gatos. Y
vamos desde el hecho de que somos egoístas con el carro (no dejamos pasar, no
respetamos), con tirar basura (si, las colillas también cuentan y creo que
hasta más), con no regresar el cambio que nos llegan a dar de más. Somos
egoístas con las necesidades de lo demás en general, porque pensamos siempre
primero en nosotros.
Pero hay cosas que aún nos pueden unir,
como la música. Y aunque seamos hippies, de repente regresa el hecho de que
algo nos frena a ser realmente una gran sociedad. Si, como el hecho de negar un
cigarro sabiendo que traes un chingo, basura que eventualmente tirarás al piso.
Así que fue una gran reflexión, chafa,
pero acertada. Aunque igual y él estaba pensando en otra cosa, quién sabe...
No hay comentarios:
Publicar un comentario